martes, 27 de mayo de 2014

Aquí os presentamos nuestras opiniones sobre temas como el sexismo lingüístico.

Puede que por ser hombre, o simplemente por ser alguien que habla a través de la boca de un hombre, no sea precisamente la persona más indicada para tratar el asunto que nos ocupa. Es a las mujeres a las que el sexismo lingüístico afecta, y lo último que desearía es ofrecer otra deshonesta opinión en contra de algo totalmente sacado de contexto por nuestra sociedad y sus exagerados intentos de pulcritud moral. Y no lo haré.
¿Qué importa que no exista una palabra intermedia y neutral para designar a cada grupo unido de hombres y mujeres? ¿Qué más da que utilicemos palabras masculinas para hacer referencia a mujeres o palabras femeninas para hacer referencia a hombres (casos también existentes)? 
Es cierto que todos los casos de sexismos lingüísticos provienen del sexismo existente en la sociedad desde tiempo inmemorial; eso es algo que todos sabemos. Pero no es menos cierto que toda la discriminación entre sexos se derrumba día a día como un castillo de naipes embestido por el viento. Las personas cambian, y, gracias a Dios, el mundo está cambiando a mejor en un aspecto como éste, un aspecto de infinita importancia. El machismo desaparece lentamente, y lentamente se impone la igualdad entre un sexo y otro. Por eso mismo no es necesario crear una palabra neutral para cada grupo de personas femeninas y masculinas. Digamos "estudiantes" para referirnos a chicos y chicas, digamos "policías" con el mismo propósito.
No digo que no deban surgir nuevas palabras, tanto para cubrir este discutido tema como para cualquier otro fin. Únicamente propongo que lo que antaño era un grave sexismo en la lengua provocado por las retrógradas mentes de nuestros ancestros, hoy ya no lo es. Solo se trata de una huella que refleja el espectro de nuestro antiguo pensamiento, una huella que no puede hacernos ningún daño, una huella que nos recordará hasta el fin de los tiempos el camino por el que antes caminábamos... y por el que no debemos retornar jamás.


Juan Manuel Arauz Molina



      Empecé a descubrir el lenguaje sexista en mi adolescencia. Es en esta etapa cuando empecé a descubrir cosas nuevas y por lo tanto palabras nuevas. Descubres que  sustantivos como “zorra”, animal mamífero de hocico largo y orejas largas, puede  ser también un insulto despectivo hacia la mujer como muchos otros. Este hecho hace que hoy en día  relacionemos dicha palabra con el concepto o imagen acústica equivocada.Creo que la lengua no es sexista en su origen. Es la misma sociedad la que hace a la lengua sexista según su forma de utilizarla. Pasa igual que con los juguetes. Relacionamos una muñeca con la figura de una niña y un camión con la figura de un niño. Por lo tanto, ¿una niña no tendría derecho a pedir a sus padres un camión o viceversa? Pero no entramos en este debate, ya que esto pertenece más bien un ámbito sociológico o antropológico. Hablemos pues de si  la lengua es sexista o no por naturaleza. En mi opinión la sociedad en la que vivimos tendemos a usar palabras despectivas o bien para infravalorar a las personas, de ahí que usemos palabras comunes y las adoptemos a nuestro propio lenguaje coloquial. Por lo tanto relaciono más, el término sexista, con el concepto de la educación recibida durante la enseñanza  que con la propia lengua en sí; estamos ante un debate en el que no todos estaremos de acuerdo.La misma sociedad pasa de generalizar a distinguir unas palabras de otras en cuanto al femenino y al masculino, como  es el caso de miembro y “miembra”, cada vez más utilizada esta última. Todo cuanto se modifica en la lengua pasa por la sociedad. Creo que la sociedad avanza mucho más rápido que la lengua (como ya estudié anteriormente) y esto hace que las diferencias de género tanto sociales como lingüísticas crezcan. Como decía mi profesor de latín de Bachillerato, Paco Peral, tenemos a  las “feministas abanderadas” dispuestas a distinguir el masculino del femenino y por otro lado los defensores de  mantener las palabras y su significado tal y como son, y olvidarnos de malos conceptos. Solo si hacemos un buen uso de la lengua y eliminamos el sexismo social podremos acabar con el sexismo en la lengua.

k     Miriam Cobano Palma


El sexismo lingüístico, consiste en la emisión de un mensaje que debido a su forma, es discriminatorio por razón de sexo. Conozco dos formas de sexismo lingüístico: sexismo léxico y sexismo sintáctico.
El sexismo léxico es la utilización de ciertas palabras aisladas con carácter discriminatorio. Por ejemplo, recuerdo hace algunos años, cuando aún conocía poco del sexismo lingüístico, empecé a comprobar en mis lecturas que se usaban palabras en masculino para referirse a ambos sexos, por ejemplo, en lo que respecta a cargos, oficios y profesiones, aunque es cierto que, de unos años a esta parte se ha logrado una evolución en lo relativo a la flexión de género. Pero, a pesar de ello, todavía quedan profesiones cuya única designación posible es en masculino; oficios que, en su mayoría, coinciden con labores ligadas tradicionalmente al hombre. Las medidas tomadas hasta el momento han resultado eficaces, pero desafortunadamente, hasta cierto punto, puesto que a pesar de que la flexión de género en algunas profesiones esté aceptada por la RAE, no es común su uso por falta de costumbre. Así pues, pienso que una solución efectiva seria potenciar el empleo de cargos, oficios y profesiones en femenino.
Para referirse a un grupo de personas en general, usamos el masculino. Me parece obsesiva la repetición de la alternancia masculino/femenino, los/las, ellos/ellas, etc., mi opinión, es que para evitar las confusiones que originan los genéricos, se debería promover la sustitución de éstos por voces que representen colectivos, (el alumnado, para referirse a los alumnos) y así, evitar la discriminación de la mujer en el lenguaje cotidiano.
 El sexismo sintáctico, debe la discriminación a la forma de construir la frase. Por ejemplo, normalmente, tenemos asociados cada sexo a unos valores determinados; en el caso del hombre valentía, protección, etc., y en el de la mujer sumisión, fragilidad, etc. Sobre todo podemos encontrar estos valores en los cuentos, pienso que sería recomendable la construcción de cuentos y material didáctico en los cuales ambos sexos compartieran valores y virtudes a fin de erradicar el problema de los estereotipos mediante una educación igualitaria. Es cierto que cuando yo era pequeña, los valores en los cuentos estaban atribuidos como he comentado anteriormente, pero en la actualidad, aunque hayan pasado pocos años, han creado historias donde el hombre y la mujer comparten valores y los pequeños reciben una educación igualitaria.
La RAE publicó un texto exponiendo su postura frente al supuesto sexismo lingüístico que existe. Firmado por Ignacio del Bosque y otros 25 académicos de la lengua, Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer arremete contra una serie de guías de lenguaje no sexista elaboradas por universidades, comunidades autónomas, ayuntamientos, los sindicatos UGT y CCOO y el Ministerio de Igualdad. En estas guías se pone especial énfasis en no hacer uso del genérico masculino en expresiones o términos que hagan referencia a ambos sexos.
En el texto de Ignacio Bosque la RAE parte de que existe discriminación de la mujer, que hay comportamientos verbales sexistas y que es necesario extender la igualdad social de hombres y mujeres, sí, pero quiere dejar claro que todas esas prácticas que estas guías quieren imponer y que nos obligan a decir ciudadanos y ciudadanas en vez de ciudadanos; profesorado en vez de profesores; los afectados, hombres y mujeres en vez del sencillo afectados o quienes juegan al fútbol en vez de los futbolistas no tienen sentido y atentan contra el propio lenguaje. Los académicos señalan que, en caso de seguir estas directrices, sería imposible llevar a cabo una comunicación efectiva.
Desde mi punto de vista, como he anotado anteriormente, deberíamos usar voces que representen a colectivos, pero me parece obsesiva la repetición de la alternancia de los dos géneros. Estoy de acuerdo con Ignacio del Bosque y los académicos en ese aspecto.

Ángela Aceitón Pérez.

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